Nota publicada en el periódico de la colectividad japonesa en Argentina, La Plata Hochi, Sección en castellano en Enero 2002. A propósito del campeonato obtenido por La Academia. Chau Mostaza, hasta Siempre!
Lavador de Tintoreria
Por Gustavo Hanashiro
Hubo una época, créase o no, en la que la tintorería de mi viejo trabajaba de ocho de la mañana a ocho de la noche. Dos máquinas de planchar echando vapor, mi vieja arrimando billetes a la caja, guardando los grandes y dejando solamente el cambio. El viejo tenía un planchador y un muchacho que lavaba. El viejo planchaba como loco, lo que le dejó un dolor crónico de espalda y el asma por el polvo y los solventes. Así y todo mi vieja salía corriendo al kiosco de la Negra o a la disquería de Chiche, la Arco Iris, a pedir cambio. La gente tenía guita y traía billetes grandes para pagar la ropa limpia. En esa época de vacas gordas mi viejo tenía un muchacho que lavaba Nyó (Léase Nió) nunca supe cómo escribir su sobrenombre.
Años después me enteré que se llamaba Carlos, para mi viejo era Carlitos. Carlitos es un tipo de barrio, de ley, respetuoso, gamba. Nyó era el lavador, amigo de la familia, miembro de la familia. Comía en casa y había que echarlo a la noche para que se fuera. Vivía a la vuelta de casa, pero mi casa era su casa. Entraba y salía a placer, y aunque era el lavador, su principal trabajo era ser el blanco de la ira de mi abuelo. Todos los problemas eran culpa de Nyó. Desde la lluvia hasta la humedad que le hacía doler los huesos a mi abuela. Muchos de sus defectos no eran tales pero por años mis nublados recuerdos lo tienen como el principal culpable de que yo sea hincha de Racing.
Mi viejo fue siempre simpatizante de La Academia, lo que prueba que ser hincha de Racing no es sólo una enfermedad contagiosa sino también genética. Un defecto de nacimiento. Pero fue Nyó el que me llevó a la cancha por primera vez cuando yo tenía unos 10 u 11 años y el maleficio me atrapó. La gente, el ruido, el griterío los colores celeste y blanco como los de la Argentina. Corría el año 74 o 75, Tiempo después, para afianzar el fanatismo académico, la bandera argentina salía a cada rato en televisión, flameando al son de una marchita que ya no recuerdo. Poco me importaba si el Presidente de la Nación usaba traje, uniforme militar o vestido.
Poco sabíamos Nyó o yo que hasta Diciembre 27 del año 2001 no vería a Racing Campeón. Poco sabíamos que nos iríamos al descenso. Jamás imaginábamos, que muchos años después cuando lo veía por el barrio buscando una changa o cuando pasaba a saludar a mi papá yo lo saludaba pensando en que terrible joda el me había metido. Una joda que terminó ayer, pero una joda llena de dolor, de cargadas de muchos lunes odiando ir a la escuela porque sabíamos que los chistes iban a estar a la orden del día. Un colegio en Avellaneda a pocas cuadras de ambas canchas, privado, caro, de buen nivel, tuvo, entre otros un defecto excluyente, un tercio de la población estudiantil es hincha de Independiente.
Hoy estoy en Estados Unidos. Hace 11 años ya que me vine a vivir acá. Al momento de separar un rincón del corazón para los Lakers de Los Angeles, su figura excluyente es diagnosticado con el virus del SIDA y se retira. Tiempo después, Estados Unidos entra en una fuerte recesión disparada por la llamada «Guerra del golfo». Seriamente me pregunté si no era yo, justo yo, el mufa, el mala leche. Cuando la crisis argentina empezó a pegar más fuerte, los amigos y la familia me dicen «menos mal que te fuiste, ésto es un desastre». Si mi desarraigo tiene una bendición, fue la libertad. Entiéndase bien, no la libertad de la que habla Bush en sus discursos, Mi libertad es la de ir por la vida los lunes, de poder seguir el campeonato en silencio, sin cargadas. Ver que estábamos a mitad de la tabla y sufrir solo, sin hinchas de Independiente alrededor, ni de Boca, ni de River. Eso es lo mejor que me dio Estados Unidos después de una esposa bárbara, dos hijos hermosos y alguna noción de futuro. Que no hay nada como la pequeña y mediana empresa privada.
Pero Racing me dio mucho también, Me enseñó que ganar no lo es todo y que hay lealtades que sobreviven cualquier desengaño. Me enseñó que ser primero es una consecuencia y no una meta. Que entre los hinchas de Racing hay chorros, ineptos y deshonestos como en todas partes. Pero me enseñó que para ser un hincha genuino de Racing hay que tener cierta pureza de alma y cierta actitud soñadora. Hay que tener además, cierta capacidad para perdonar y el coraje para no olvidar. Me enseñó que sólo siendo hincha de Racing uno puede ser feliz aunque no tengamos permiso ni de sonreír.
Nyó nunca supo de mis sufrimientos ni de mi rencor hacia él. Ya hacía tiempo que las vacas flacas habían empezado a azotar la tintorería de mi viejo, lo que hizo terminar con su empleo cuando nos fuimos a la B. Y la verdad es que aunque siempre supe dónde vivía Nyó, nunca recorrí esa media cuadra para reclamarle por qué carajo me llevó ese bendito día a la cancha.
Muchas cosas han cambiado, hoy tengo 30 y pico de años y muchos kilómetros de distancia entre mi casa y la de Nyó. Estas líneas quizás recorran esos kilómetros, no para reclamarle sino para agradecerle. Hoy tengo pruebas fehacientes de que no soy mufa ni mala leche. En donde estaba la tintorería hay una verdulería. Mi viejo no sufre tanto de la espalda y tose menos. Fede y el Bebu son hinchas de Boca, permití que mi primo el «Chapa» los haga de Boca sin luchar porque no quería que sufran como yo. A mi viejo le robaron el Batimovil, un Falcon ’73. Aviones llenos de gente chocan contra edificios y no por accidente. Mi vieja le está agradeciendo a la vieja de Mostaza por la alegría que su hijo le dio al de ella. Hay «Riesgo Pais». Gracias a Dios las cacerolas echan a los presidentes y no los fusiles.
Y ese rinconcito celeste y blanco de mi corazón, ya no está vacío, tiene un campeonato.
Aguante Argentina
Se acabo el paso a paso
Gustavo Hanashiro